A las corridas, como cualquier día, Solita salió con un recado, pero se chocó contra un huevo.
Lo rodeó, miró hacia arriba y notó que era tan alto como su casa.
Seguramente había pasado una gallina que en el apuro lo había puesto en su puerta.
"Menos mal que no lo hizo encima", pensó preocupada.
Se trepó por el árbol y al llegar arriba se pasó al huevo y lo empolló.
-¡Soledad! ¡Te pedí que compraras huevos! ¿Dónde estás?
-¡Aquí arriba! -le contestó a su mamá.
Al salir, la señora Clara comentó:
-Sospecho que no va a entrar en la sartén –y volvió a su casa resignada.